¿QUIÉN ES SANTA ÁNGELA PARA MÍ?

Por Isaac Martín Rodríguez

Director del Colegio María Inmaculada

Como yo no la he conocido personalmente, tendría que empezar por hacer un brevísimo resumen de quién fue para la sociedad de la época, aunque supongo que para todos es ya bastante conocida.

Nace en enero de 1846 y desde niña comienza su relación con la vida religiosa, ya que sus padres eran los cocineros del Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Pierde pronto a su padre y crecerá y florecerá bajo el amparo de su querida madre.

Desde pequeña ya le gustaba aprovechar sus ratos de ocio rezando en la iglesia o recorriendo altares. Por falta de recursos en la familia apenas pudo aprender a leer y escribir, obligándole a trabajar desde los 12 años para ayudar a su familia.

Desde 1862, siendo muy joven, comienza a visitar los hogares de familias pobres y a enfermos por la oleada de cólera que azota Sevilla y es entonces cuando comienza su inquietud por “meterse a monja”, tal y como le hizo saber a su confesor el padre Torres. Su primer intento fue entrar en las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz y más tarde consigue ingresar en las Hermanas de la Caridad, pero su débil cuerpo y la enfermedad le obligan a abandonar el convento. Es entonces cuando Angelita decide “ser monja en el mundo” y en noviembre de 1871 promete vivir conforme a los consejos evangélicos para ser conocida a partir de entonces como Ángela de la Cruz.

Tras encontrar a tres compañeras alquilan su “convento”, un cuartito con derecho a cocina en la Calle San Luis de Sevilla, desde donde comenzarán su servicio de asistencia a los necesitados. Poco a poco se le van uniendo más mujeres jóvenes y mayores que quieren imitar a esta Santa y por fin Roma aprueba su Obra.

De esta forma, no sólo en Sevilla, sino que por Huelva y su provincia, por toda Andalucía, por muchas provincias de España y por varios países del mundo se van fundando Conventos y en la mayoría de los casos Escuelas en las que atender a las niñas pobres de la zona sin posibilidades de acceder a la educación de la época.

Es en 1932, tras perder unos meses antes el habla, pudo por fin descansar y obtener su recompensa de unirse al Padre Eterno.

Yo empiezo a conocer quién es Santa Ángela a partir de 1987, cuando a mis padres se les ofrece la Dirección del Colegio María Inmaculada o más conocido entonces como el Colegio de las Hermanitas de la Cruz en Huelva. Al principio no sé mucho de la Santa, pero empiezo a percibir su espíritu a través de su obra, “las Hermanitas”, ya que me acogen muchos días en el convento por el que correteo y me gusta investigar como lo haría cualquier chaval de 12 o 13 años.

Me daban de merendar en muchas ocasiones y ropa con la que poder “jubilar” por fin los chalecos o pantalones que heredaba de mi hermano mayor y más adelante, gracias a su constante ayuda, mis hermanos y yo podremos continuar nuestros estudios fuera de Huelva.

Durante estos años pude conocer a Santa María de la Purísima, Madre General de las Hermanas de la Cruz en Sevilla, con quién mis padres firmaron el traspaso del Colegio. Pero con quién más me relacionaba y de la que más cariño recibía era de la Superiora del Convento de la “Plaza Niña” y anterior Directora del Colegio, Hermana Recuerdo de María. De ella aprendí mucho y fue muy paciente conmigo, y aún hoy me emociono al recordar su partida al cielo tras años en los que la enfermedad y la ceguera fueron dejándole cada vez más aislada de este mundo.

Luego, durante los últimos años, he tenido la suerte de conocer a la nueva Madre General y a varias Superioras de este convento de la Plaza Isabel La Católica (“Plaza Niña”) y a un buen número de Hermanas de la Cruz que han pasado por aquí y algunas han tenido una relación más estrecha con el Colegio.

Todo esto me ha hecho ir acercándome poco a poco a Santa Ángela y aprender quién fue con más profundidad y como dice el Evangelio de San Mateo, “Por sus obras los conoceréis”, por su obra (Las Hermanas de la Cruz) he podido saber quién fue Santa Ángela.

Son valientes y luchan sin descanso día y noche por los necesitados, pobres y enfermos, sin que nadie les tenga que reconocer sus derechos como mujeres, ni ningún gobierno o partido tenga que defenderlas o promulgar leyes para que el pueblo (que las conocen) las respete y las quieran.

Admiro su sincera sonrisa con la que siempre iluminan a quien las mira de frente, su brillo en los ojos con los que te envuelven cuando cruzas tu mirada con ellas, sus palabras sencillas y claras con las que te hablan y sobre todo, su energía para afrontar cada día lo que nadie quiere hacer, atender a los pobres y cuidar de los ancianos y de los enfermos, a los que esta sociedad quiere apartar o incluso eliminar.

Estoy firmemente convencido que merecidamente se la llame Santa Ángela de la Cruz, no sólo por los milagros conocidos y reconocidos por la Iglesia que ha hecho, sino sobre todo por los milagros que ha hecho a mi alrededor. Con el Colegio son frecuentes los peligros reales de los que nos libra, especialmente a los niños. Igualmente, con familias cercanas con nombre y apellidos a las que le has concedido la hija que pedían o la curación que le suplicaban. Con mi familia directa también al pedirle la cura de un posible tumor de una de mis sobrinas. Y especialmente conmigo, que me ha protegido y me ha hecho cambiar un poquito, salvándome de tantas cosas cada día.

Si hubiese más personas como ellas, que dedican su juventud y toda su vida a ganarse su Cruz, a esta sociedad de hoy día le iría algo mejor.

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